La primera vez que me pararon iba camino a mi clase de danza. Una pareja de la guardia civil me cortó el paso y me pidió los papeles. Yo no llevaba el DNI. Me dijeron que, por esa vez, me dejaban estar, pero que la siguiente vez me llevarían al calabozo. Yo tenía 13 años.
En otra ocasión, me encontraba con dos amigos negros. Salíamos de una discoteca de la zona alta de Barcelona y nos dirigíamos a mi coche. Llegando a la altura del vehículo, un monovolumen cuya matrícula indicaba que era bastante nuevo, una patrulla en coche de la Guardia Urbana pasaba por allí y, al vernos rodear el vehículo, redujeron significativamente la marcha. Casi se pararon. Hasta que vieron que yo sacaba la llave y abría el coche, entonces se fueron.
Mi amiga Iris salía de hacer la compra con su marido. Iris es mestiza y su marido es negro. Les pidieron la documentación. Su marido llevaba su documentación. Iris no llevaba el DNI pero les enseño el documento digitalizado en la pantalla de su teléfono móvil. Los policías le preguntaron que dónde había hecho la falsificación y la llevaron al calabozo y, a pesar de que su marido estaba en la comisaría una hora después con el DNI de Iris, ella estuvo retenida 4 horas más en las que tuvo que aguantar estoicamente comentarios humillantes e hirientes.
Esta es mi experiencia y la de Iris. Pero también es la de Clebia, a la que llegaron a parar hasta tres veces en un día y cuando preguntó si había algún motivo, le espetaron un “porque lo digo yo” como toda explicación.
También es la experiencia de Chiyana, a quien sacaron de un autobús cuando viajaba a Portugal, y tuvo que dormir en la estación de trenes.
Es la experiencia de Johanna, mestiza, yendo con su madre blanca cuando, con 19 años, un policía le pidió el DNI ante la mirada estupefacta de su madre, y le advirtió que no volviera a salir nunca más sin la documentación.
Podría hablar de las experiencias de Dunia, Mariel, Agnes, Boñaúsese, Jaai, Estela, Nicolás, Patri, Astrid, Kaire, Rubén, Silvia, Guillem, Yasiris, Mayé, Max, Sergio, Eric, Esther, Moha, Adnan… También puedo hablar de personas blancas que iban con personas no blancas que presenciaron estupefactas cómo a sus acompañantes/amigos/parejas les pedían la documentación. Solo a ellos y a nadie más.
Puedo seguir contando muchas experiencias de personas no blancas a las que han parado para requerirles la documentación cuando se limitaban a circular libremente por la ciudad, sin llevar a cabo nada sospechoso, haciendo algo tan cotidiano como ir a la universidad, al trabajo, a dar un concierto, viajar en transporte público, esperar dentro de un coche a otra persona, tomar una copa, caminar cargando una mochila a la espalda…
Podría poner muchos ejemplos más, pero terminaré con el caso de Berta, a quien le requirieron la documentación en la Plaza del Sol, Madrid, y cuando preguntó por el motivo, le dijeron que se trataba de un control rutinario. Berta preguntó entonces que, si se trataba de algo rutinario, por qué solo le pedían la documentación a ella, y el policía respondió que se limitaba a hacer su trabajo.
Hacer su trabajo. Aquí es donde, en mi opinión, radica el problema. Ante la respuesta que le dieron a Berta, entiendo que los agentes de policía tienen indicación de pararnos a las personas negras. ¿A santo de qué y con qué motivos? ¿Puede ser uno de esos motivos el hecho de garantizar la seguridad general? Podría ser. Pero si es así, ¿se garantiza la seguridad general a costa de la inseguridad de un colectivo? Porque, por más que yo haya normalizado que soy sujeto de desconfianza solo por tener más melanina, no dejo de sentir inseguridad.
En ocasiones, cuando comparto con personas blancas el malestar que me produce el hecho de que a mí y a otras personas como yo, o sea no blancas, se nos pueda parar por la calle porque sí para que se nos pida la documentación sin más motivo, me siento con la incomprensión que me produce el hecho de que no entiendan que no es lo mismo que les paren “porque llevan pintas”. No es lo mismo. No lo es.
Esto es como lo de los insultos. No es lo mismo que, siendo blanco te insulten por ser un “rojo de mierda”. Porque si tú sales a la calle y no dices que eres de izquierdas, ¿quién te va a llamar rojo de mierda? Pues con las identificaciones policiales por perfil étnico, con las identificaciones policiales racistas, pasa lo mismo.
Hace unos años, le decía a mi amigo Sergio lo injusto que me parecía el hecho de que a las personas negras la policía nos pare para pedirnos la documentación. En ese momento, Sergio me dijo algo como que “bueno, si un pelirrojo comete un delito, pues es normal que le pidan la documentación a todos los pelirrojos, ¿no?”. Decidí no contestarle por muchos motivos. Pero estaba claro que no era lo mismo.
A día de hoy Sergio entiende que no es lo mismo. Él ha entendido que el ejemplo era un mal ejemplo, porque en su ejemplo partía del hecho de que buscaban a alguien por un delito. ¿Qué delito cometemos las personas negras cuando salimos a la calle? ¿Tener más melanina que la mayoría de la sociedad? ¿Eso justifica las identificaciones policiales?
A este respecto, tengo que reconocer que, pese a todo, puedo considerarme una privilegiada. Y esto se debe al hecho de que mi situación administrativa es legal, ya que soy española, y eso me libra de verme encerrada en esas cárceles inhumanas que son los CIE. No voy a hablar de los CIE, primero porque no es el tema central de este acto; y segundo, porque dado que es una problemática que no conozco en primera persona, lo que tengo que hacer es sumarme apoyando a quienes tienen que liderar la lucha para que se cierren, que son las personas migrantes.
Mi querido amigo y fotógrafo Rubén H. Bermúdez publicaba un artículo en Radio Africa Magazine titulado “Escribir sobre racismo es violento”. Hablar sobre racismo también es violento. Señalar conductas racistas es violento, y lo es sobre todo cuando la mayoría de las personas blancas se niegan a admitir el racismo estructural en el que se han educado, el racismo estructural en el que nos hemos educado, y me incluyo, porque yo he nacido, me he criado y he estudiado aquí.
Y cuando el racismo es estructural, las administraciones, las instituciones y todos los estamentos de la sociedad también están impregnados de él. Y ese racismo está tan arraigado que no se ve si quienes lo vivimos en primera persona no lo señalamos. Pues yo lo señalo. Y es un alivio que otras personas blancas que no viven directamente esta discriminación, pero que se revisan y se deconstruyen, se pongan a mi lado y lo señalen.
Aún así, tengo que oír a veces comentarios del estilo de que me he beneficiado de un sistema que critico, porque he tenido la facilidad y los medios para formarme y tener una buena educación, y señalando que en algunos países esto es un privilegio. Y sí, en otros países, tener formación universitaria o un empleo en la administración pública siendo mujer negra es impensable. Pero yo no vivo en otros países. Vivo en Catalunya. Y por eso lucho por que Catalunya se convierta en una sociedad más justa e igualitaria. Que a veces, escuchando a determinadas personas, parece que, como vivimos en una sociedad con determinados derechos adquiridos, nos tengamos que conformar, bajar la cabeza y renunciar a mejorar. Y así es como se cae en el inmovilismo.
La ONU ha proclamado el Decenio Internacional para los Afrodescendientes, que empezó el día 01/01/2015 y finalizará el 31/12/2024. Uno de los objetivos de este decenio internacional es, y cito textualmente, “promover el respeto, la protección y la realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de los afrodescendientes, como se reconoce en la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Lo voy a repetir: promover el respeto, la protección y la realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de los afrodescendientes.
Y, como parte de la ejecución del programa de actividades del Decenio Internacional para los Afrodescendientes, la Asamblea General, en su resolución 68/237 establece que “A nivel nacional, los Estados deberían adoptar medidas concretas y prácticas mediante la aprobación y aplicación efectiva de marcos jurídicos nacionales e internacionales y de políticas y programas de lucha contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia a que se enfrentan los afrodescendientes”
Lo que yo entiendo de la proclamación de la ONU es que este organismo reconoce que los derechos humanos de los afrodescendientes deben promoverse y protegerse. A ver si, de una vez por todas, se vela por la protección de todas las personas y dejan de ser necesarias medidas como las de la ONU.
A ver si las administraciones se ponen las pilas. A ver si paran de pararnos.
Desirée Bela-Lobedde, activista estética, antirracista i afrofeminista.
*Este monólogo fue leído en el acto “Pareu de Parar-me: Experiències, anàlisi i propostes per acabar amb les parades policials racistes”, celebrado el 1 de diciembre de 2016 en el Centro Cívico Pati Llimona, en Barcelona.